El bullir de las pasiones en el alma es como una tempestad en el océano.
“La clave de la felicidad consiste en honrar la verdad, dadora de todas las cosas.
Aun la más pequeña falsedad echa a perder el ser humano, del mismo modo que una gota de veneno arruina todo un mar”.
Detrás de la aflicción se esconde la felicidad, y detrás la felicidad la aflicción. Donde brilla el sol también hay sombras; donde hay luz también hay oscuridad; donde hay nacimiento también hay muerte.
Si alguien sabe que algo es la verdad, ¿por qué duda en manifestarla? ¿Se avergüenza? ¿Avergonzarse de qué?... Deberíamos... liberarnos de las malas costumbres, pues de lo contrario no podremos seguir el camino de la verdad.
Tenemos que sacrificarlo todo en el altar e la verdad.
Quien se consagra a la verdad debe practicar el silencio. Sin embargo, hay muchos buscadores de la verdad que hablan en exceso, lo cual significa que esto se ha convertido en ellos en una costumbre. Deberíamos abandonar esa costumbre.
Una palabra inútil es una herida infligida a la verdad. Por eso resulta más fácil hacer la verdad si se respeta el silencio.
No pierdas la serenidad si alguien te llama mentiroso o te contradice. Si quieres decir algo, dilo tranquilamente. Si eres verdaderamente sincero, no te vas a convertir en mentiroso por el mero hecho de que alguien te lo llame.
Una sola palabra, si es verdadera, es suficiente.
Un hombre que ama la verdad suprime todas las escapatorias. Sigue el camino recto aun con los ojos vendados... Quien sigue la verdad a toda costa tiene que estar siempre dispuesto a morir por ella y, cuando llegue el momento, tendrá que entregar su vida.
Por muy amenazadora que sea una crisis, el fuego del amor la supera.
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Es más fácil atravesar el mar que se extiende entre los continentes que salvar el abismo que se abre entre individuos y entre pueblos, si no media el amor.
Sólo una vida puesta al servicio de los demás da fruto.
Dios no habita ni en el templo ni en la mezquita. No está ni dentro ni fuera.
Si realmente está en algún lugar, es el hombre y en la sed de la gente sencilla.
El ser humano no puede honrar a Dios y, al mismo tiempo, despreciar a sus semejantes. Ambas cosas son inconciliables
A una persona hambrienta Dios sólo se le aparece en forma de pan.
Regalar ropas al desnudo es ofenderlo. Dale trabajo, para que pueda ganar dinero con el trabajo de sus manos y comprar la ropa que necesita.
Para acabar con la marginación de los intocables... debemos tratarlos como a nuestros propios hermanos y hermanas. Nadie es superior, y nadie es inferior...
Gracias a que se mantienen unidas y se mueven de manera conjunta, millones de gotas forman el mar. Lo mismo debería ocurrir con los seres humanos.
En cierta ocasión, santa Catalina de Siena se encontraba sin un céntimo. Tan solo poseía la capa con que se abrigaba, y se la dio a un mendigo que se la pidió. Más tarde, alguien le preguntó: “¿Y cómo vas a viajar ahora sin capa?. Y ella respondió: La vestidura del amor me abrigará mucho más que la capa”.
Quien desea complacer a todos no complace a nadie. Es a Dios a quien debemos complacer. Sólo a él tenemos que alabar. Así nos veremos libres de todo enojo y de todo disgusto. Mas ¿cómo podemos complacer a Dios? ¿Cómo tenemos que alabarlo? Sirviendo a su criatura: el ser humano”.
Tomemos en la mano una hoja de papel blanco. ¿Cuál de sus dos caras es su anverso y cuál su reverso? No podemos decirlo. Pues, lo mismo ocurre con la no violencia y la verdad. No existe la una sin la otra”.
Capitular ante la violencia es un signo de falta de hombría.
La no violencia perfecta se caracteriza por una falta total de odio. La no violencia sirve al bien de todos, y no sólo al bien del mayor número posible. Quien ensalza la no violencia tiene que estar dispuesto a sacrificar su vida para garantizar el bien de todos.
El vicio florece en la oscuridad y se desvanece a la luz del día.
Nuestro mayor enemigo no es el extranjero ni ningún otro. Somos nosotros mismos, es decir, nuestra codicia.
El alcohol hace momentáneamente insensato al ser humano, en cambio el orgullo lo destruye por completo, sin que ni él mismo se percate.
Cuando un ser humano da rienda suelta a su ira, sólo se daña a sí mismo. La experiencia diaria nos enseña esta verdad... Sólo da fruto la obra que se realiza una vez que se ha calmado la ira.
Cuando nos dominan las pasiones, no es el ser humano quien disfruta del placer; es el placer el que disfruta del ser humano, es decir, el que lo consume.
El egoísmo y el miedo desaparecen cuando se conoce a Dios.
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